En épocas pasadas, cuando la gente común se sentía agraviada por sus gobernantes, ya fuera por la carga impositiva o la amenaza del hambre, la respuesta era clara y contundente: se alzaban en armas, empuñando herramientas de labranza como armas de rebelión. La Revolución Francesa, un ejemplo icónico, nos recuerda el poder de la acción colectiva frente a la injusticia. Sin embargo, hoy en día, a pesar de enfrentar desafíos que empequeñecen las dificultades del pasado, la inacción reina.
Nos limitamos a teclear en nuestras pantallas, desahogando frustraciones en artículos y videos que se pierden en el infinito del agujero negro. Algunos buscan lucrar con la desgracia ajena, ciegos a la realidad de que esa misma desgracia también los alcanzará. Otros, con aires de grandeza, se congratulan por haber "cumplido" con denunciar la situación, mientras la realidad sigue intacta.
Los políticos, aferrados al poder, se niegan a asumir responsabilidades, lo que en la jerga popular se conoce como “Aquí nadie dimite”. Los periodistas, convertidos en meros voceros del poder, callan ante la verdad, lo que en la jerga popular se conoce como “Chupa Culos”. La justicia, lenta y burocrática, se vuelve un laberinto inaccesible para el ciudadano común, lo que en la jerga popular se conoce como “la justicia, para el imbécil”.
Pero eso sí, aquí nadie dimite. ¡Faltaría más!
Por otro lado, están estos otros hijos de la gran puta, que seguramente me van a censurar en pos y pro de una sana comunidad y en salvaguarda de sus altísimos intereses; amarrocan fortunas de más de 240 mil millones de dólares. No hay más que ver los videos en el que todo gilipollas pierde su tiempo en dar likes, para darse cuenta de lo que hablo.
El Jeque, con su desdén indiferente, lanza un "que pidan ayuda si la necesitan", mientras posa junto a un fusil con balas de fogueo y a una belleza del bisturí. Los entiendo porque ese día tocaba disfrazarse para la ocasión. ¿En serio que esperaban otro desenlace?
Todas estas acciones no son más que un insulto a la inteligencia colectiva.
Nos encontramos con líderes autonómicos que tejen un entramado de mentiras, escudándose en la inacción y la falta de asunción de responsabilidades. Se lanzan la pelota unos a otros, buscando culpables en lugar de soluciones. La alarma no suena, o suena demasiado tarde, mientras la incertidumbre se apodera de la población. Algo tan circunstancial como especulativo, dado a que no sabemos a ciencia cierta que alcance en el transcurso de los hechos hubiera tenido la alarma a tiempo.
Pero eso sí, aquí nadie dimite. ¡Faltaría más!
Los medios de comunicación, cómplices de esta farsa, distraen y confunden a la ciudadanía, impidiendo que la verdad salga a la luz. Una verdad que lleva décadas siendo silenciada: desde finales del siglo pasado, expertos en ingeniería y otras disciplinas han advertido sobre la necesidad urgente de invertir en infraestructuras que protejan a la población de los desastres naturales. Pero las sucesivas administraciones han hecho oídos sordos, dejando la responsabilidad en manos del futuro.
Es hora de dejar de hablar de "alarmitas" y comenzar a exigir responsabilidades. ¿Por qué no se realizaron las obras necesarias? ¿Por qué se ignoraron las advertencias?
Pero eso sí, aquí nadie dimite. ¡Faltaría más!
Quizás sea el momento de inspirarnos en aquellos hombres y mujeres del siglo XVIII, y recordarles a nuestros gobernantes que el poder reside en el pueblo.
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