¿Derecha o Izquierda?
Como persona humana con esa alma racional humano que teorizaba Aristóteles en el siglo 4 a. C.; correspondiente a la especie Sapiens Sapiens, según la descripción de Carl Nilsson Linnaeus del siglo XVIII; como ciudadano integrante de una sociedad única, tal y como lo desarrollo en mi «Teoría del Derecho de la Naturaleza» (la cual les invito a leer), me veo en la necesidad de alertar al subconsciente de mis congéneres.
Hoy me quiero referir únicamente a la famosa pregunta que se hace, creo yo, sin saber siquiera los orígenes de esta; pero, no importa, porque la intención no es obtener una respuesta calificada, sino, sencillamente, estigmatizar.
Cuando esa pregunta sale al ruedo —¿eres de Derechas o de Izquierdas?—devengo, sinceramente en un estado de catarsis profunda.
Pasado ese estado, me pregunto: ¿cómo es posible que en pleno siglo XXI se sigan utilizando ejemplificaciones nacidas en el siglo XVIII?
Se retrotrae a, cuando por razones justificantes, fue proclamada el 9 de julio de 1789, en los inicios de la Revolución francesa, la Asamblea Nacional Constituyente (Francia). En resumidas cuentas, antes de esta Asamblea, el rey borbón desafortunado, Luis XVI, convoca una asamblea excepcional que reunía a miembros de los tres Estados (clero, nobleza y burguesía) —habiendo otras posteriores como la del 12 de mayo, 17 de junio y 20 de junio—.
Se encontraban el “clero” perteneciente al Primer Estado, formado por Prelados, Sacerdotes, Monjes o simples Párrocos; la “nobleza” que se acomodaba en el Segundo Estado, compuesto principalmente por nobles cortesanos y oficiales militares de rango superior; y, finalmente, en el Tercer Estado encontrábamos a los abogados, magistrados y toda otra persona ilustrada en leyes, médicos, comerciantes y agricultores.
Con este panorama social reinante en la época, evidentemente, la Asamblea conservaba esa distribución. Estaba presidida, al centro, por el rey Luis XVI, a la Derecha se ubicaron el Primer y Segundo Estado con sus representantes más reseñables, como el Cardenal Jean-Sifrein Maury, el noble Jacques Antoine Marie de Cazalès y el general La Fayette. En la Izquierda, se sentaron los pertenecientes al Tercer Estado representados por los abogados Maximilien Robespierre y Antoine Barnave, principalmente.
Cabe destacar que la representación por estamentos de dichas asambleas, según un estudio realizado por el historiador Timothy Tackett, era de 573 diputados en la derecha y de 604 en la izquierda.
Esto, señores, para la época, claramente ha servido y solucionado los problemas internos y externos que la sociedad planteaba. Empero, recordemos que no todo sirve para todo, y mucho menos, que algo que es útil en algún sitio o época, es útil en la actualidad; no es posible hacer un corta y pega, puesto que se debe ir evolucionando según se marcan las reglas del juego. Dicho de otra manera, no se puede jugar al fútbol con las reglas del balonmano.
En el siglo XX, hubo grandes cambios despertados por el siglo XIX. Es decir, cuando se produjo la Revolución Industrial, el factor Productivo era el “Jefe” —he nacido y lo he hecho para reinar sobre todo y a todos—, quien mandaba sobre cualquier otra cosa que se le anteponía. Tal es así que el Poder Financiero estaba, como es normal, supeditado a ese Poder Productivo neonato. A medida que iba creciendo, con el correr de los años, de niño pasa a adolescente, más tarde a joven intrépido, luego a su edad madura y hoy…, hoy nos encontramos con un Poder Productivo en lo más avanzado de su tercera edad; un Poder Productivo anciano, lábil y sin fuerzas para seguir luchando por su reinado.
Estamos frente a un Poder Financiero que se ha hipertrofiado. Pasó de estar a los pies y al servicio del Poder Productivo, a devorárselo completamente; arrebatándole la corona al Productivo.
Es verdad, el juego es el mismo; pero, las reglas… las reglas, obviamente, son otras.
No se pueden seguir aglutinando ideologías como en sus principios. La Derecha y la Izquierda sirvieron para un propósito en cierta época. Dieron paso al nacimiento de un acontecimiento, que, de no haberse producido, seguramente, no estaríamos hablando de esta manera, ni mucho menos de esto. Asimismo, fue testigo de su vida; pero parece que no quiere reconocer su muerte.
Cuando asimilemos esto —me refiero a la muerte del Poder Productivo—, les invito a hablar de otro nacimiento al que ni siquiera hemos bautizado, solo lo conocemos por un nombre —heredado, claro— se autoproclama como Financiero.
Este egocéntrico Poder Financiero, que corre desbocado a un eminente suicidio, ha absorbido Estados y Repúblicas en todas sus variantes, países desarrollados y subdesarrollados. Les ha quitado absolutamente todo el Poder; en la actualidad no existe ninguno gobernado por sus políticos. Todos lo están por ese hipertrofiado y suicida Poder Financiero.
Hablemos, imitemos a esos personajes del siglo XVIII, pero imitémosles solo en eso: en hablar y en tomar decisiones. Partamos de la base, que esto no es tarea fácil; en esa época si hablabas corrías el peligro de terminar en la guillotina; sin embargo, el mensaje quedaba. Hoy, creo, es más complicado; sí es verdad, continuamos con vida, no nos coaccionan con la guillotina; pero no tenemos posibilidad de dejar ningún mensaje.
¿Por qué? Porque los medios masivos de comunicación, convertidos en oligopolios en unos sitios y monopolios en otros, impiden, censuran, acallan lo que no es conveniente a sus intereses.
Pero no nos equivoquemos en pensar que esos medios masivos de comunicación están al servicio del Poder Financiero; no, no lo están. Son parte de él, que es muy distinto. Pero, cuidado, que no son los únicos, también nos encontramos organizaciones supranacionales, multinacionales, transnacionales, y claro no dejemos en el tintero a la ONU, OMS y demás.
De esta forma, nos trasmiten una realidad que, en realidad, no es la realidad. Es una parte de la realidad que ellos quieren que interpretes como real. Esto es, si en un remoto lugar del mundo están acaeciendo ciertos sucesos que ellos consideran alimento para su Poder, lo darán a conocer; pero no según la realidad “real” de los hechos, sino que nos mostrarán la realidad que sirva a sus intereses y, al haberse producido tan lejanamente, no podremos ir a corroborarlos, quedándonos, entonces, con esa realidad.
La separación de Poderes (que ya hablaremos de esto en otro post), esa que se imaginaba Montesquieu y por la que luchó José María Queipo de Llano, en la actualidad no existe. Tanto el Ejecutivo, como el Legislativo y el Judicial, están bajo el control de este muchacho. Cuidado, despertemos ya de este largo letargo.
Empecemos por hablar de «Autodeterminación» y de «Tardocolonialismo»; eso sí sería un buen comienzo.
Por un lado, aglutinémonos los que somos partidarios de una Autodeterminación cuya finalidad es la de devolverles el Poder a nuestros políticos y magistrados. A esos Políticos, buenos, regulares o malos; pero que fueron elegidos por una sociedad, por el pueblo; a esos magistrados que siguen la doctrina jurídica, buena, regular o mala; pero que en cualquier caso, es contenedora de un Poder Punitivo influenciado y alimentado por esos medios masivos de comunicación.
Por el otro, que se concentren los que apoyan al Tardocolonialismo.
¿Por qué Tardocolonialismo?
En definitiva, no deja de ser un «colonialismo»; pero, no podemos denominarlo tal, porque la historia define esta acción a aquello que fue conquistado mediante la hincadura de una bandera en tierras lejanas.
Como «neocolonialismo», pues, tampoco, dado que a esta se la define como el reparto de África en la conferencia de Berlín del 15 de noviembre de 1884, propuesta por Otto von Bismarck, donde no faltó ningún Estado europeo; cada uno se llevó una parte como si de un pastel se tratara. En el otro lado del Atlántico, tampoco se escaparon, convirtieron a las Repúblicas en oligarquías; eso, sí, no matando y esclavizando como en África, pero, agotándolas hasta su vaciamiento; agregaría, además, que existió un retraso en ese neocolonialismo en esta región, que se manifiesta bajo la denominación de «Seguridad Nacional» en todos los gobiernos de facto hasta entrada la década de los ’80 del siglo XX.
Por consecuencia, a esta nueva versión del colonialismo, no nos queda otro remedio que llamarla «Tardocolonialismo». Aunque no nos volvamos a equivocar, es lo mismo, ya no con banderas hincadas en tierras, no con el sometimiento de esclavitud, ni con lemas de que lo hacemos por la Seguridad Nacional, tampoco con vaciamiento grotesco de países, no. Lo hacen por medio de este Poder Financiero, que a priori, parece seductor, pero que al final nos acaba fagocitando sin ningún miramiento.
Entonces, los que están de acuerdo con que siga dominando el mundo este Tardocolonialismo que nos está brindando este Poder Financiero, actual, voraz y suicida, pues que lo defiendan; quizá por la creencia, a mi entender errónea, que no se suicidará, pero créanme cuando les digo que sí lo hará.
Tanto en uno como en otro, evidentemente, habrá de todo; es decir, lo que veníamos conociendo del siglo XVIII, eso de izquierda y derecha, ahora estaremos todos mezclados, tanto de un lado del sector como en el del otro.
Ahora sí, con estas reglas de juego, sí podemos desarrollar el que nos plantea el siglo XXI.
Solo falta que tú te decidas eligiendo tu lugar.
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